Rafa Díez Usabiaga y Eugenio Etxebeste Arizkuren «Antton»
Militantes de Sortu

15 años después

La velocidad de los acontecimientos políticos impide en ocasiones valorar en su dimensión los resultados electorales. Nos cambian de pantalla en 48 horas con el «affaire» Sánchez, se olvidan las afrentas de campaña y, en nuestro caso, algunos inmediatamente se aprestan, bajo el mantra de la estabilidad, a un mantenimiento-reparto del poder de gestión para persistir en una política convencional que, como hemos visto en la última década, impide abordar los retos estructurales nacionales y sociales de nuestro país.

Por eso, este artículo quiere evaluar los resultados de EH Bildu con la referencia del cambio estratégico abordado en 2009 para reproducir el proyecto político independentista. Entonces nos encontrábamos con un conflicto abierto con la variable armada y la represión acentuadas, una izquierda abertzale minorizada y desvertebrada, 750 presos diseminados por el Estado... y, globalmente, una estrategia con signos de agotamiento tras la ruptura del proceso negociador del 2006-2007. En las autonómicas de ese mismo año en la CAV el constitucionalismo consiguió 487.000 votos, el PNV 400.000, la suma de EA y Aralar alcanzo los 100.000 votos, la «izquierda confederal» se quedó en 36.000 votos y la izquierda abertzale ilegalizada logró referenciar su posición política con casi 100.000 votos nulos. Con ese cuadro de situación, y en medio de una crisis financiera que sacudía al capitalismo global y golpeaba a las capas trabajadoras en nuestro país, era indispensable un cambio estratégico para la reproducción del proyecto político independentista.

Y eso precisamente fue lo que la izquierda aberzale fue capaz de desarrollar en unas condiciones sociopolíticas difíciles y, a pesar, de los sabotajes del Estado con «lawfares» (caso "Bateragune", entre otros) y la instrumentalización de la represión. Rubalcaba y los aparatos de Estado buscaron afanosamente descarrilar el cambio estratégico, aunque ello hubiera significado el mantenimiento de la lucha armada. Su objetivo prioritario era la neutralización estratégica del independentismo.

"Zutik Euskal Herria!" se puso en marcha apostando por una estrategia pivotada en las vías democráticas y la acumulación de fuerzas como tractores de cambios políticos y sociales en una senda independentista y socialista. Desde esas bases, la izquierda abertzale ha sido núcleo básico de una izquierda independentista que ha ido definiendo y extendiendo su proyecto político, desarrollando su estructura organizativa y adaptando su acción institucional y política de alianzas. Un recorrido que ha estado sacudido por corrientes globales y evoluciones tecnológicas que han cambiado nuestra sociedad en variables de importante incidencia en el desarrollo del proceso político: individualismo y debilitamiento del sentido comunitario, concepción de la militancia política, instrumentos de comunicación (internet) y, entre otros, una ola del 15-M que impactó transversalmente en todo el tejido social de Hego Euskal Herria.

En este periodo de tiempo, la izquierda independentista ha ido creciendo en términos cuantitativos y adquiriendo una influencia progresiva en su acción institucional, convirtiéndose progresivamente en alternativa para cambios políticos y sociales. Las elecciones del 21-A, con una abstención similar a 2009, han reflejado una transformación trascendente tanto en el mapa político como en las potencialidades que dispone la izquierda independentista para ser sujeto clave en avances en el proceso de liberación nacional y social. EH Bildu, junto a EH Bai, se ha situado como primera fuerza política en el conjunto de Euskal Herria con casi 420.000 votos y alcanzado los 345.000 en la CAV, a tan solo 30.000 votos del PNV y con un constitucionalismo español que se queda en 268.000 votos, más de 200.000 votos menos que en 2009. Esa acumulación de fuerzas, con una EH Bildu capaz de situarse como frente amplio soberanista y de izquierdas, se refuerza con su papel en Nafarroa para neutralizar a UPN y su influencia determinante para frenar al neofascismo español dándole impulso a una ventana de oportunidad que puede permitir dar un salto cualitativo en nuestro reconocimiento nacional y el modelo de relaciones interno y externo del conjunto de territorios vascos.

Así pues, en estos quince años la izquierda abertzale ha sido capaz de resituar al independentismo en el tablero político reforzando su proyección estratégica, de neutralizar la dispersión y avanzar en una política penitenciaria ordinaria que vacíe las cárceles y, con todo, crear condiciones para avanzar en el proceso, tanto en la vertebración del sujeto nacional, como en niveles de soberanía que permitan articular un proyecto nacional vasco con políticas públicas que materialicen un necesario cambio social en clave de igualdad y derechos. Ambas cuestiones, eso sí, estarán pivotadas en una adecuada imbricación de la acción institucional y social, en la imprescindible activación del movimiento abertzale y la izquierda social para afrontar retos generacionales e incluso civilizatorios (demografía, inmigración, euskara, euskal kultura, transición energética, digitalización y reproducción del tejido industrial, soberanía alimentaria...) que tenemos como sociedad, como pueblo y/o comunidad nacional.

Por tanto, los resultados electorales reflejan el acierto de las reflexiones y decisiones de hace quince años y evidencian, asimismo, un cambio de ciclo político que nos permite disponer de la oportunidad de avanzar en transformaciones políticas y sociales con el horizonte estratégico de una República Vasca socialista, feminista y euskaldun. Así pues, el 21-A ha sido una palanca para seguir trabajando y luchando, para implementar una ambición colectiva de cambio. Aurrera bolie!

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